Salir de la anorexia y bulimia, sí, se puede.
Como adolescente vi consumirse a una compañera del equipo de gimnasia del colegio, entonces no había un nombre para definir el trastorno de verse ‘gord@’ y matarse de hambre o vomitar por el simple hecho de tener ‘muslos’ demasiado fuertes, en un mundo donde competíamos en mini-mallas y todas las chicas eran muy delgadas. Tuvo la suerte de que su madre la ‘pilló’ cuando perdió la regla, y con cariño, pucheros y cambiando de deporte, salió a tiempo.
Luego lo ví en la universidad, compañeras de clase, inteligentes estudiantes de Ciencias, que con la excusa de estudiar horas y horas en la biblioteca para tener un buen expediente académico, se olvidaban de que no habían comido nada más que cafés y chicles sin azúcar para matar el hambre. Estábamos estudiando Bioquímica, Metabolismo, Nutrición ¿Qué les pasaba por la cabeza? Seguían convencidas de que se podía vivir casi del aire.
Hice el doctorado en un hospital, y volví a ver como mis compañeras de tesis, algunas médicos, comían lo mínimo para estar delgadas: fruta, yogures y barritas dietéticas por el miedo a engordar y ser un mal ejemplo al pasar consulta. Las animé a hacer deporte conmigo, pero preferían la inactividad de comer poco a la actividad de moverse más, la excusa era que tenían poco tiempo para ir al gimnasio o a correr. La vida y la maternidad fueron las que hicieron que cambiaran su ‘mala dieta’, y ahora tienen una talla más, van al gimnasio y alguna hasta ha hecho maratones, y están estupendas comiendo de todo.
Después entré a trabajar en la revista Sport Life y descubrí que la anorexia y bulimia también podía afectar a los hombres. Vi cómo algún compañero de entrenos, maratoniano de los rápidos, menos de 2:30h, se mortificaba comiendo sólo café negro, fruta y yogures para perder 250 g en un cuerpo con menos el 9% de grasa corporal, era el típico maratoniano flaco, pero pensaba que si pesaba menos podía bajar unos segundos su mejor marca de maratón. No lo consiguió, acabó con una obstrucción intestinal que casi le mata en el hospital, porque se dio el atracón: comió dos paquetes de galletas integrales de un tirón en un ataque de hambre, pero su cuerpo ya no podía digerir los alimentos, y menos tanta fibra de golpe. Después de eso aprendió a cocinar y a comer, y ahora sigue corriendo sin obsesionarse por el peso.
A lo largo de estos años, he visto algún caso más, o me han llegado a través de la sección de nutrición de las revistas en las que he trabajado, tanto en Runner´s World, como Triatlón como Bicisport o Bike, a todos los he tratado con mucho cariño, diciéndoles que se dejaran de dietas, que tenían un problema y que tenían que ponerse en tratamiento psicológico. Afortunadamente, todas estas personas han salido de la anorexia y la bulimia, y este es el mensaje que querría dejar hoy:
DE LA ANOREXIA Y DE LA BULIMIA SE SALE
No soy una experta en el tema, pero me pasé muchos años a dieta luchando contra la báscula, comiendo muy poco y entrenando mucho, y para mi, las dietas se acabaron el día que nació mi primer hijo. Mi ginecóloga se asustó porque engordé 15 kilos en los primeros seis meses y me puso a dieta estricta, de cenar yogur y manzana. Imaginaos el hambre que pasé, yo seguía entrenando durante el embarazo, corría con pulsómetro, nadaba y montaba en bici… Seguí engordando a pesar de la dieta, y mi primer hijo nació antes de tiempo, con sólo 2,5 kg, pero engordó en una semana 300g. Eso me hizo pensar que al que había puesto a dieta era a mi hijo, yo gané casi 20 kilos que perdí al año, a pesar de que comía como una lima por la lactancia, pero el ‘no parar’ de madre primeriza y los entrenamientos para mi primer maratón, me hicieron volver a mi talla a su debido tiempo. Y mira por donde, en mi segundo embarazo la misma ginecóloga insistió en ponerme a dieta, pero no la hice caso, seguí comiendo sano, hice deporte y… engordé 18 kilos, un poco menos que en el anterior. Y me recuperé incluso antes y mejor que en el primero. Me había prometido a mi misma no volver a ponerme a dieta, y me ha ido bien gracias a que como saludablemente y entreno para mantener mi peso.
Creo que los trastornos de alimentación tienen muchas caras, pero el principal el problema empieza en la mente, cuando no te aceptas y quieres convertirte en algo que no eres. Los llamamos trastornos de alimentación pero son trastornos psicológicos, comer es un instinto básico de conservación, y romperlo es muy complejo.
Creo que el deporte y la buena alimentación son armas básicas para prevenir los trastornos de alimentación, parte de la educación de cada adolescente, hombre o mujer, tan útiles como las matemáticas o la gramática básica en el colegio. Y deporte sólo hay 2 horas a la semana, y de alimentación, se habla en algún trimestre en Ciencias, pero poca base hay.
Creo que el deporte y la buena alimentación son también armas básicas para salir de la anorexia y bulimia, no comulgo con la práctica de prohibir hacer deporte a las personas con trastornos de la alimentación, conozco varios casos de mujeres a las que correr las ayudó a salir de la anorexia y bulimia, aprendieron a que si no comían no tenían energía para correr, y lo que es más importante, aprendieron a que sus muslos, su culete o sus piernas gorditas, eran mucho más fuertes y veloces que las de otras chicas más delgadas. Creo que el deporte te ayuda a ser más saludable, aceptarte como eres, quererte y cuidarte, pero no soy una experta.
Hoy en el #diainternacionalcontraanorexiaybulimia o
Hay muchos más ejemplos de personas que han superado trastornos alimenticios, si conoces alguno, ponte en contacto conmigo porque todas esas personas pueden ser un ejemplo para prevenir y ayudar a salir del trastorno a otros. Nadie mejor que alguién que sabe lo que estás pasando para entenderte y ayudarte. Comparte tu historia o ayuda a compartir la historia de los que han vencido a la anorexia y bulimia, bien en redes sociales de @sportlife.es @Sportlife_es o en las mías, con los hashtags #diainternacionalcontraanorexiaybulimia o
También puedes contar la historia envíandome un mail privado (yvazquez@mpib.es). Porque lo que haces cada día cuenta.